jueves, 20 de enero de 2011

Diario peligroso. Día 14.




Ayer en la oficina, las reverberaciones  por el reciente despido del Jefe de Recursos Humanos. "Cómo, así tan así, sin que la cosa se anunciara", "¿pero qué habrá hecho Ricardo para ser despedido y no tener ni el tiempo de despedirse?" Conjeturas, vacilaciones, angustia. Los más, sin embargo, conocemos que aquí no hay que admirarse. Un empleo es un empleo y alguien más, entre el inmenso mar de desocupados que deambulan allá afuera, puede desempeñarlo hasta que su ineficiencia lo delate. Lo siento por el buen Ricardo, muy buen tipo después de todo, pero no hay nada en estos casos que pueda hacerse. Ojalá que encuentre pronto la manera de ocuparse y de llevar el sustento a su pequeña familia. Mi amigo, el poeta Teodosio García Ruiz, me confía para su revisión Llueve sobre mi taza de café, su más reciente poemario. Inspirado en un verso de Salvo el crepúsculo, el libro, claro está, no tiene nada de cortazariano. El texto, es más bien, una larga perorata en clave "Teodosiana", así que ya puedo irme imaginando que la escritura libre y ese derramar de la conciencia por el que su última obra se decanta me habrán de deparar hallazgos, acaso, indescifrables. Por lo pronto, un inicio como éste: "Tiene cara de caballo la poesía pura..." me lleva a preguntar si no estaré ante un texto que lo que menos busca es ser simple poesía, poesía a secas como la que el querido maestro cunduacanense ha venido escribiendo durante lustros en esta nuestra, por momentos, aldea kafkiana.

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