lunes, 6 de diciembre de 2010

Un poema

El sil
Lejanías


Bajo la extensa piel que me contiene, el silencio.
La voz sajada que no sabe que sé más de ella misma
que de mi propia llaga.
Bajo el nudo sostenido en la garganta,
la terca respiración, la sístole y la diástole de ser
de cara a la derrota que enmudece.
En esa condición
-en esa cicatriz desamparada-
nombrar lo que precisa de la luz
es devolver a la materia sus despojos.
Es transigir ante los estallidos de la desolación
como si de una senda de abrojos se tratara.
Y en ese silenciar de voces y susurros,
en ese desconfiar de las palabras,
la luz es una dádiva ofreciendo a la sombra
su infinita voluntad de no morirse.
Lo demás, como páramo celeste,
como abismo nombrado mientras nombrar
es semejante al acto mismo de fundar el mundo.
Lo demás es callarse.
Dejar que, traspasada la nítida sensación de lejanías,
la luz cuente la historia
de nuestra bienehechora incertidumbre.

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