sábado, 27 de noviembre de 2010

Diario peligroso. Día 8.



En una clínica del Seguro Social, por la tarde. Padecerlo, aguantarlo, resistirlo. Soy uno más de entre una larga lista de espera que parece, por momentos, no decrecer y sí, en cambio, incrementarse. El estudio radiológico al que habré de someterme no es nada del otro mundo, pero aquí las cosas adquieren la apariencia de males mayores. Una mujer malencarada y de malos modales es la que se encarga de atenderme. Me es imposible no demostrarle mi disgusto y ella me corresponde con un trato gélido, cortante. Después de casi tres horas de aguantar la espera, otra mujer me llama por mi nombre para entregarme los resultados. Le agradezco y me despido con la mayor carga de cordialidad que me es posible. Ya fuera de la clínica, dentro de mí, un diablo dice pestes del infierno del que, por fin, ha conseguido escabullirse.

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