lunes, 13 de junio de 2011

Breve tributo a Salvador Córdova León (1953-1996)



Mi amigo, el poeta Ervey Castillo, me pide que escriba una pequeña semblanza del maestro Salvador Córdova León para el periódico Tabasco Hoy. Le respondo que sí, que la escribiré, y entonces me pongo a pensar en las cosas que, en tributo al maestro, pueden apenas esbozarse. A Salvador Córdova León (Villahermosa, Tabasco, 1953) lo conocí en el taller literario de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco. Yo cursaba aún el primero de los años de la carrera de economía  y mi arribo al taller donde se fraguaban letras y -eventualmente- se forjaban vocaciones al servicio de la literatura fue más un accidente que una elección para encontrar un camino.

El maestro Córdova era un hombre afable. Escuchaba con delicadeza y atención los textos de quienes irrumpíamos, a veces con más audacia que logros, en el universo de la escritura y siempre ponía a nuestra disposición lecturas y libros, recomendaciones y enmiendas que no apuntaban sino a perfeccionar en escritores en ciernes, como los que entonces pretendíamos ser, las habilidades que el poema o el cuento, la breve línea o el aforismo requerían para su existencia como formas verbales en pleno. Nunca olvidaré el  impacto definitorio que para mi comprensión de la palabra poética tuvo, en voz del maestro, la lectura del breve poema En una estación del metro, del poeta norteamericano Ezra Pound:

                               The apparition of these faces in the crowd;
                                petals on a wet, black bough

                                [La aparición de estos rostros entre la muchedumbre
                                pétalos en una húmeda, negra rama]
             
Allí, en la economía de palabras y en la intensidad de la imagen, el credo poético que el maestro -años después lo supe- asumiera como fundamento de su corta obra, y allí también el aliento  preciso, despojado de ornamentos, que él apreciaba en los distintos trabajos leídos en su taller.  Poundiano como al final del cuentas era, ahora me queda claro que la poesía de Salvador Córdova León encarnó, en su momento, una tarea no siempre a tono con la estética dominante entre los miembros de su generación y era la suya una búsqueda lúdica -tantas veces contrastante con su figura estoica, gravemente irónica- de la metáfora exacta y luminosa.

Un día, alguien en la universidad nos avisó que el maestro Córdova León había enfermado. Desasosiego, incertidumbre, pesar por su ausencia entre quienes lo conocíamos. Otro día el rumor, apenas contenido, de su partida irremediable. El maestro Córdova León terminó por dejar este mundo un día grisáceo de 1996. Sobrevive entre nosotros su varia, varia invención, la chispa y la semilla que sembró en quienes lo tratamos con ese "corazón envuelto en llamas", enloquecido una vez, y para siempre, por la pasión y la palabra.

2 comentarios:

  1. Francisco, me gustaría, si es que lo tienes, que me mandaras el poema de Salvador donde, por imagen explosiva, recuerdo que dice que se coloque sobre su tumba una rama florida de guayacán. Saludos. Luis Alonso.

    ResponderEliminar
  2. Como decía Arreola....No lo conocia....No esa afición suya por las flores.....Creí que ese era Pellicer, no Condorito......

    ResponderEliminar