viernes, 20 de enero de 2012

Lo pelliceriano y el lenguaje posmoderno en Venia del sur, de Marco Antonio Acosta


Marco Antonio Acosta, Venia del sur, Editorial Gatsby, México, 2012, 87 pp.

Si uno se preguntara por el peso que la obra de su maestro Carlos Pellicer ejerció durante los primeros años de la tarea poética de Marco Antonio Acosta (Cárdenas, Tabasco, 1934), sólo tendría que acercarse a las páginas de Venia del sur, su libro más reciente, para confirmarlo. El poemario es un recorrido por ciertos tramos de la poesía del escritor cardenense y, al tiempo que se trata de una vindicación de ese lenguaje que Acosta se ha esmerado en cincelar a lo largo de los años con voluntad de orfebre, el volumen es, en su entramado cronológico, una muestra de aprendizaje iniciático y progresivo oficio escritural.

Fechados, los más lejanos en tiempo, a principios de los años cincuenta y los más tardíos a inicios de la década de los ochenta, los poemas, no publicados previamente en ningún otro libro, ofrecen un panorama parcial pero significativo de su obra poética, contenida hasta ahora en sólo dos títulos: Quinteto de cámara (1985) y Ur y otros poemas (1998). La influencia de Pellicer salta a la vista en los versos del entonces joven Marco Antonio Acosta, que lo trató y acompañó a lo largo de varios años, y no es osado afirmar que ciertas resonancias de libros del autor de Estrofas al mar marino y Hora de junio, pudieron haber estimulado en el también ensayista, antologador y promotor cultural la búsqueda temprana de una voz y el tratamiento de ciertos temas, comúnmente tenidos como "pellicerianos". Así escribe el autor de Después del modernismo en el arranque de su nuevo libro:

                             Buscara yo un puerto de albas
                             donde anclar con mi barco
                             encontrara una isla donde esconder
                             el tesoro de mis aventuras
                             encontrara un mar de olas plateadas
                             por la luna del cuento...

El mar, motivo prominente de la estética de Pellicer, presente también en los versos del Marco Antonio Acosta que apenas frisaba para entonces los veinte años. Donde Pellicer escribe "¡Ay, poesía/ que te vienes a bañar/ sin saber lo que es el mar!", Acosta convocaba a los poemas por su constitución emparentada con el misterio del mar infinito: "...amar es encontrar oh Poesía/tus palabras recientes/ tu misterio marino/tu canto de sirena..." Por otro lado, en un buen tramo de esta poesía primera, algunos elementos evidentes de la composición pelliceriana (el sol, la figura de la madre, el canto al héroe) se constituyen en muestras de asimilación y apropiación temática: Marco Antonio Acosta los reelabora y los nutre a partir de lecturas adquiridas, principalmente, del orbe hispanoamericano surgido tras el fin del movimiento modernista.

Allí abreva el poeta cardenense que, como el propio Pellicer, se aparta de la grandilocuencia del "canto del cisne" para optar por esos terrenos de valles y cimas que son la poesía intimista y la llamada "poesía social", uno de cuyos más altos exponentes fue en su momento, en Latinoamérica, Pablo Neruda. Ejemplo de ese intimismo pulcramente tratado en Venia del sur es el poema "Más al fondo de mí", ceremoniosa y melódica construcción que expone, como ningún otro poema del conjunto, el oficio de Marco Antonio Acosta para erigir sonoridades verbales sobre las bases del lenguaje.

                       Más al fondo de mí, desde el interior
                       de su república geológica se construye
                       la luz desde los astilleros de mis ojos
                       consagrados al color de los días.
                       Más al fondo de todo lo que antes había:
                       la imagen del sueño traduciéndose
                       por las palabras que bajaban del cielo
                       la trenza de las nubes diluvianas
                       y tú, oh luz, que abriste mis párpados
                       con la mano de un pintor enamorado.

A partir de este posmodernismo distante a los alambicamientos y próximo a la enunciación desnuda, el apartado que el poeta nombra como "Lenguaje cotidiano" reproduce una lengua familiar y simple. El poeta habla desde lo conocido y lo hace llánamente, sin afectaciones. Aquí el loro es un loro, lo mismo que el teléfono es ese simple aparato al cual incendiar "si insiste en aturdir con sus llamadas", o al que hay que cerrar su "radioboca" para que "muerta su voz renazca el hombre". Si el poeta prefiere nombrar sin regodeos lo que su mirada alcanza será porque en el fondo sabe que "...A la palabra hay que sacarla de los/tinacos de las cantinas/de las sacristías/y los arrabales", es porque sabe muy bien que la poesía estará en la sencillez que dialoga confiada con las profundidades del verbo, o no estará en ningún lado.

La veta de lo que se ha denominado poesía social es comprensible en un autor como Marco Antonio Acosta, al tanto de ciertas realidades históricas y políticas de su tiempo. Los poemas del apartado "No lo olvides nunca" hacen clara referencia a unas cuantas coyunturas vividas en América Latina a lo largo de las décadas de los sesentas y setentas y, si por poesía social hay que entender a la que desde una perspectiva ética-moral apela al lector para incidir en su mundo valorativo, hay que leer poemas como "Canción a un desconocido", "Miguel de los Migueles Guardia" y "Juan Chacón" para creer que la poesía se convierte tantas veces en algo más que "un bello estuche para decir verdades amargas".

Venia del sur supone, en resumidas cuentas, una victoria del lenguaje por sobre la sola imitación o el solo acto reflejo de una escritura autómata. Marco Antonio Acosta lo sabe y, para fortuna de quienes lo leemos y apreciamos, lo comparte.

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