jueves, 21 de octubre de 2010

Un poema


A una desconocida


Estas letras sedujeron al potro que llevo por memoria:
"Ella prefería las flores, las armerías marinas y las crestas de gallo"
Ella:
         ¿Quién es ella?
                                      ¿Cuál es su nombre?
¿Quién ha escuchado su sibilante voz prorrumpir
cuando todos ofrecen al silencio su pequeña mansedumbre?
Entonces la noticia de un faro que destella.
Una noche moteada por el faro
y la visión lejana
                                   -lejanísima-
                                                         de la bahía desierta.
Las ventanas en mansarda,
desde donde es posible vivir la lasitud del paraíso,
reproducen a su modo la travesía del regreso.

Ella es apenas un eco que se asoma:
una hoja boyando entre la inmensidad de las arenas.

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