Si
uno se preguntara por el peso que la obra de su maestro Carlos Pellicer ejerció
durante los primeros años de la tarea poética de Marco Antonio Acosta
(Cárdenas, Tabasco, 1934), sólo tendría que acercarse a las páginas de Venia del sur, su libro más reciente, para confirmarlo.
El poemario es un recorrido por ciertos tramos de la poesía del escritor
cardenense y, al tiempo que se trata de una vindicación de ese lenguaje que
Acosta se ha esmerado en cincelar a lo largo de los años con voluntad de
orfebre, el volumen es, en su entramado cronológico, una muestra de aprendizaje
iniciático y progresivo oficio escritural.
Fechados, los más lejanos en tiempo,
a principios de los años cincuenta y los más tardíos a inicios de la década de
los ochenta, los poemas, no publicados previamente en ningún otro libro, ofrecen
un panorama parcial pero significativo de su obra poética, contenida hasta
ahora en sólo dos títulos: Quinteto
de cámara (1985) y Ur
y otros poemas (1998). La influencia de Pellicer salta a la vista
en los versos del entonces joven Marco Antonio Acosta, que lo trató y acompañó
a lo largo de varios años, y no es osado afirmar que ciertas resonancias de
libros del autor de Estrofas
al mar marino y Hora
de junio, pudieron haber estimulado en el también ensayista,
antologador y promotor cultural la búsqueda temprana de una voz y el
tratamiento de ciertos temas, comúnmente tenidos como
"pellicerianos". Así escribe el autor de Después del modernismo en el arranque de su
nuevo libro:
Buscara
yo un puerto de albas
donde
anclar con mi barco
encontrara
una isla donde esconder
el
tesoro de mis aventuras
encontrara
un mar de olas plateadas
por
la luna del cuento...
El
mar, motivo prominente de la estética de Pellicer, presente también en los
versos del Marco Antonio Acosta que apenas frisaba para entonces los veinte
años. Donde Pellicer escribe "¡Ay,
poesía/ que te vienes a bañar/ sin saber lo que es el mar!",
Acosta convocaba a los poemas por su constitución emparentada con el misterio
del mar infinito: "...amar
es encontrar oh Poesía/tus palabras recientes/ tu misterio marino/tu canto de
sirena..." Por otro lado, en un buen tramo de esta poesía
primera, algunos elementos evidentes de la composición pelliceriana (el sol, la
figura de la madre, el canto al héroe) se constituyen en muestras de
asimilación y apropiación temática: Marco Antonio Acosta los reelabora y los
nutre a partir de lecturas adquiridas, principalmente, del orbe
hispanoamericano surgido tras el fin del movimiento modernista.
Allí abreva el
poeta cardenense que, como el propio Pellicer, se aparta de la grandilocuencia
del "canto del cisne" para optar por esos terrenos de valles y cimas
que son la poesía intimista y la llamada "poesía social", uno de cuyos más
altos exponentes fue en su momento, en Latinoamérica, Pablo Neruda. Ejemplo de
ese intimismo pulcramente tratado en Venia
del sur es el poema "Más al fondo de mí", ceremoniosa y
melódica construcción que expone, como ningún otro poema del conjunto, el
oficio de Marco Antonio Acosta para erigir sonoridades verbales sobre las bases
del lenguaje.
de su
república geológica se construye
la
luz desde los astilleros de mis ojos
consagrados
al color de los días.
Más
al fondo de todo lo que antes había:
la
imagen del sueño traduciéndose
por
las palabras que bajaban del cielo
la
trenza de las nubes diluvianas
y tú,
oh luz, que abriste mis párpados
con
la mano de un pintor enamorado.
A
partir de este posmodernismo distante a los alambicamientos y próximo a la
enunciación desnuda, el apartado que el poeta nombra como "Lenguaje
cotidiano" reproduce una lengua familiar y simple. El poeta habla desde lo
conocido y lo hace llánamente, sin afectaciones. Aquí el loro es un loro, lo
mismo que el teléfono es ese simple aparato al cual incendiar "si insiste
en aturdir con sus llamadas", o al que hay que cerrar su
"radioboca" para que "muerta su voz renazca el hombre". Si
el poeta prefiere nombrar sin regodeos lo que su mirada alcanza será porque en
el fondo sabe que "...A la
palabra hay que sacarla de los/tinacos de las cantinas/de las sacristías/y los
arrabales", es porque sabe muy bien que la poesía estará en la
sencillez que dialoga confiada con las profundidades del verbo, o no estará en
ningún lado.
La veta de lo que se ha denominado poesía social es comprensible en un autor como
Marco Antonio Acosta, al tanto de ciertas realidades históricas y políticas de
su tiempo. Los poemas del apartado "No lo olvides nunca" hacen clara
referencia a unas cuantas coyunturas vividas en América Latina a lo largo de
las décadas de los sesentas y setentas y, si por poesía social hay que entender
a la que desde una perspectiva ética-moral apela al lector para incidir en su
mundo valorativo, hay que leer poemas como "Canción a un desconocido",
"Miguel de los Migueles Guardia" y "Juan Chacón" para creer
que la poesía se convierte tantas veces en algo más que "un bello estuche para
decir verdades amargas".
Venia del sur supone, en resumidas cuentas, una victoria del lenguaje por sobre la sola imitación o el solo acto reflejo de una escritura autómata. Marco Antonio Acosta lo sabe y, para fortuna de quienes lo leemos y apreciamos, lo comparte.