viernes, 21 de octubre de 2011

Teodosio García Ruiz, un breve asomo.



De su propia obra poética Teodosio García Ruiz  (Cunduacán, Tabasco, 1964) ha escrito: "Todo corazón, pasión y entrega, cada texto ha sido un vehículo de comunicación con mis semejantes, razón por la cual algunos me entienden y otro no...Todo ese proceso poético  es como la masticación de un fruto dulce en la boca de un tiranosaurio que no sabe un carajo del cultivo y  la estética del follaje pero disfruta del dulce comunicativo de la pulpa cosechada." Lo que quiere decir que, frente a García Ruiz, el lector se encuentra de cara a un poeta que deglute el lenguaje para transformarlo desde su personalísima perspectiva del mundo y desde el placer de una escritura que busca testimoniar el gozo que la origina.

En la obra de García Ruiz desfilan mujeres, niños, paisajes, alimentos, olores, ritmos, autores, melodías, lupanares, sensaciones, modismos, nostalgias, barriadas y un amplio universo simbólico, casi siempre ligado a la experiencia del hombre y la mujer ordinarios. En ese universo, la poética del autor de Sin lugar a dudas otorga singular significación a la "tarea de memoria" con la que debe cumplir toda tentativa escritural, por lo que no es de extrañar en sus libros la persistente presencia de referencias literarias y extraliterarias fácilmente confundibles con ese provincianismo del que sólo una crítica parcial podría acusarlo.

En ese sentido, Teodosio García Ruiz quizá sea el escritor tabasqueño que más a últimas fechas ha ahondado en la búsqueda de la mejor expresión del carácter local, pero no puede dejar de apreciarse por eso que el "encuadre" de su mirada trasciende este ámbito para enriquecerse a lo largo de los años con la asimilación de lecturas y autores, tanto como por la contumacia de su vocación al servicio de la lectura. Animador y promotor entrañable de las letras en Tabasco, la de Teodosio García Ruiz constituye desde tiempo atrás una figura ineludible si se quiere comprender la naturaleza y significación de la moderna literatura tabasqueña.

lunes, 10 de octubre de 2011

Un poema




A Remedios, la bella


Recuerdo tus ropas de batista,
tus perfumes de esencias extraídas
de flores semejantes a mujeres.
Uno de ellos olía a una mujer sonriente
a la que conocí en un puerto del Pacífico.
Su alegría duró lo que la noche previa
a su partida y una estela de amapolas
deslumbrantes se abría hacia la costa
con la esbeltez de una muchacha.

Otro más despedía sin remilgos el
sonrosado rostro de una niña coronada
                                                      [de nácar .
En los ojos de la niña se asomaba sin
tiento la leyenda y era fácil adivinar
en ellos una lágrima, el temblor,
el balbuceo apenas del amor que había
empezado, por fin, a dar la cara.

La última de las mujeres evocadas
por el perfume intacto de las flores
se parece más a una historia soñada
que a alguna aparición de soles
                                      [esplendentes.
Tras sus ojos como céfiros en vuelo
su figura que azotaba la mar contra
el espacio, y era un mástil su voz
frente al escarnio presentido de la noche.

Un día, tus ropas quedaron en el aire
porque subías hacia el sol como una
                                                [larga sombra.
Corrí hacia hacia ellas y logré prendarlas.
Se quedaron conmigo tu leyenda,
la reverberación silente de tu voz
y las mujeres que en ti desaparecen
con un manto de siglos,
                               camino de la nada.