viernes, 14 de mayo de 2010

Diario peligroso. Día cero.



La escritura de un diario es, por definición, un acto peligroso. Lo es por su profunda vocación de confidencia, de registro privado de hechos y porque tras ello subyace una visión oculta, a veces soterrada, de personas y acontecimientos. Escribir un diario es arriesgar una siempre discutible percepción de la realidad. Ejercitarse, por otro lado, en la consigna de vivencias es cosa harto socorrida entre hombres de letras. Diaristas memorables en el inconmensurable universo de la literatura han sido, por ejemplo, Kafka, Gide, Pavese y Grombowicz. En México, la publicación reciente de una parte de los diarios de Salvador Elizondo ha venido a constituir un verdadero acontecimiento, tratándose como se trata, de uno de los escritores más avezados y coherentes de nuestra narrativa.

Hay quienes dicen que el diario -por encima de la novela- es la forma de expresión que, por excelencia, refleja el mundo fragmentado y complejo que nos ha tocado vivir. Hay quienes atribuyen a semejante virtud la proliferación de dietarios, escritos todos ellos para dar cuenta -desde la reflexión moral y el pulso íntimamente humano- de lo abigarrrado del siglo XXI. Verdad o no, la escritura de textos que revelan una postura en primera persona frente a las circunstancias vivenciales parece gozar, hoy por hoy, de una saludable vitalidad potenciada, sin lugar a dudas, por las nuevas formas tecnológicas de expresión en línea.

Diario peligroso no pretende emular lo que los grandes diaristas han logrado con su registro admirable de sucesos. No busca develar "verdades" escondidas sino para quien, con base en su verdad, hurga en los hechos y elabora con ellos buena parte del material del que emergen sus escritos. Diario peligroso es, ante todo, una consigna: la de guardar constancia de ese mar -y esas tinieblas- de vivencias entresacadas que pueblan una vida: la mía.

1 comentario:

  1. Diario peligroso o lo peligroso de colocar tus vivencias en este evanescente mundo de los bites y los bytes. Sin embargo acudiremos -lo mas puntual que la servidumbre de este siglo nos deje- a leer tus vivencias y ejercitarme en ese ejercicio purificador de la palabra.

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