Hay mucho de valor en mirar el pasado con una fuerte dosis de reconciliación y esperanza. Se requiere coraje para aceptar, sin mayores aspavientos, la materia que a uno lo constituye. De esto demasiado sabe el poeta Ramón Bolívar que en su más reciente libro, Yo soy mis pasos (Stammpa, 2010) acomete un inesperado y celebrable ajuste de cuentas: aquel que, a juzgar por el contenido, tenía pendiente desde hacía tiempo atrás consigo mismo. "Asumirse y aceptarse no es fácil", se nos advierte en la contraportada, y desde allí es posible suponer que lo que nos espera a los lectores son los restos de una batalla campal librada en lo más hondo de un espíritu a ratos desgarrado por sus propias contradicciones.
Semblanza autobiográfica, anecdotario y tributo poético a la memoria de autores fundacionales en su universo literario, Yo soy mis pasos es también un intento del poeta Ramón Bolívar (Villahermosa, 1953) por aclarar –y aclararse– su extrañeza en medio de un mundo hostil y desdeñoso: “Él se reconoce distinto. –escribe de sí mismo usando la tercera persona– ¿Distinto a quién o a qué?, pregunto...” Y las respuestas no tardan en asomar su rostro ambiguo tan pronto traspasada la primera veintena de páginas.
Ramón Bolívar es distinto –concluyo– entre otras cosas porque la distinción y la extrañeza son propias de su estirpe. Se trata de la distinción que, ya en los inicios del siglo XX, se criticara en una novela como Los cuarenta y uno. Novela crítico social, de Eduardo A. Castrejón. Su extrañeza es la extrañeza perseguida y repudiada a lo largo de décadas de manera particular en un país como México, tan dado desde la óptica del nacionalismo revolucionario a esgrimir su viril condena contra las “desviaciones” que atentan contra la hombría y la Patria.
Homosexual, como se asume en este libro, perteneciente a esa “familia mayor” de la que forman parte el Salvador Novo de los sonetos “prohibidos” (Nos encontramos uno al otro extraño:/ Gordo tú, flaco yo -¡mundo mezquino!), el Carlos Pellicer de Recinto y otras imágenes (Que se cierre esa puerta/que no me deja estar a solas con tus besos…) y casi todos los poetas del grupo Contemporáneos, Ramón Bolívar explora en Yo soy mis pasos otras razones para explicar esa otredad tan suya, no circunscrita en modo alguno a su condición de “mampo”.
El libro, en ese sentido, procura saldar también las deudas que su autor ha contraído con los seres y las circunstancias que han moldeado su personal manera de ser y de vivir en el mundo. La infancia, el entorno familiar, el Tabasco de ayer y ciertos amigos entrañables conviven en estas páginas con alusiones –homenajes minúsculos– a las figuras de Andrés Iduarte, Carlos Pellicer, Luis Cardoza y Aragón y Eliseo Diego, en una especie de vital recuento animado, siempre, por el lenguaje fulgurante de la poesía.
Poeta por principios y por vocación inexorable, Ramón Bolívar parece exorcizar con este nuevo libro los fantasmas de una vida –la suya– que ahora comparte con el arrojo de quien ha decidido mostrar su rostro verdadero. “Éste es el primer paso”, ha escrito el poeta. Corresponde a sus lectores, pretendidamente tan jóvenes como la voz que habla en cada una de sus líneas, recibir este libro con la inquietud del que se sabe nombrado por un caudal incontenible de valor y retacado oficio.